Dinero y pareja, es una combinación que va más allá de la administración de las ganancias. Lo que hacen con los ingresos, dice mucho acerca de cómo circula el poder en la relación. Puede observarse una distribución que responde a acuerdos, o bien asimétrica traduciendo sentimientos e intereses encontrados no expresados mediante palabras.
[Imagen: David Castillo/FreeDigitalPhotos.net]
El dinero al igual que otros, es un asunto que motiva charlas y búsquedas de acuerdos. Culturalmente, suele ser asociado a distintas circunstancias y conceptos, como ser dependiente o independiente, estar en condiciones o de tomar determinadas decisiones, etc.
Cuando el poder tiende a estancarse y ser uno de los miembros de la pareja el dominante, es muy común que esta asimetría se refleje en el dinero también. Aquí quien realiza los reclamos suele colocarse en la posición del proveedor sacrificado, denigrando directa o indirectamente la posición de su compañero/a procurando generarle malestar. En estos casos se esconde una dificultad para reconocerse como iguales, es una relación de dominado y dominador que socava el vínculo.
Muchas veces la agresividad hacia el otro se canaliza a través de cómo se dispone del dinero, más allá de que se sea conciente de ello o no. El dinero como objeto inanimado, no es el causante del conflicto sino un canal por el que éste se expresa y cuyo origen está en problemas de interacción.
Si la diferencia en el aporte de dinero fue conjuntamente fijada, por considerarla lo más acertado en una situación, no tiene por qué ser conflictiva. Un ejemplo es cuando deciden ser padres y convienen que la mujer permanezca en el hogar al cuidado de los niños. Este tipo de acuerdos, suelen no canalizar malestares, además de poder ser redefinidos con el tiempo. En el mencionado ejemplo, la pareja puede posteriormente planificar el regreso de la mujer al mercado laboral y coordinar el cuidado de los hijos. En este caso lo convenido refleja intereses comunes, un establecimiento conjunto objetivos y un plan para alcanzarlos.
Los conflictos reflejados en el manejo del dinero, también pueden ocurrir cuando ambos aportan al hogar, e incluso tienen ingresos parecidos. Puede tratarse de diferencia de criterios, por ejemplo, mientras uno considera ciertos objetos superfluos, el otro los piensa necesarios. Aquí son notorias, diferencias entre personas que tienden a ser ahorrativas y otras a gastar en exceso.
Cuando resulta muy difícil alcanzar acuerdos, es recomendable que la pareja acuda a la consulta psicológica a fin de que con la intervención profesional puedan construir una mejor comunicación, así como encontrar caminos para resolver sus conflictos.
Cada integrante de la pareja manifiesta mediante su uso del dinero, cómo se siente respecto al mismo, por ejemplo si se sienten merecedores o no de ganarlo, ya sea denotando dificultad para gastarlo adecuadamente o gastando apenas lo imprescindible y manteniendo la mayoría ahorrado. En estos casos será necesario examinar qué se están diciendo a sí mismos acerca del dinero que les llega.
La economía de la pareja no es la misma que cuando se vivía solo. Por tanto, es inconveniente realizar gastos importantes sin consultar, ya que si el dinero es común las decisiones han de ser igualmente comunes. En éste como en tantos otros temas, también es necesaria la honestidad, no ocultando dinero ni los precios de lo comprado. Es conveniente fijar un momento, quizás cada quince días, para establecer el presupuesto.
Considerando que ambos poseen personalidades e historias de vida distintas, será necesario alcanzar acuerdos que reflejen los intereses de la pareja, de modo que la forma en que circulan el poder y el dinero sea más justa.